Cuando lean este título seguro se imaginan a Indiana Jones, lamento decepcionarlos (o tal vez no). Para que me puedan entender sería mejor retroceder hasta ayer en la mañana. Así que, es hora de comenzar…
Todo comenzó el Sábado 26 a las 9am. Estaba listo para salir al Museo de la Nación (lugar de partida hacia la ciudadela de Caral), pero como siempre TODOS andan con la hora peruana ¡¡SIEMPRE TARDE!! Así que el bus, que tenía que salir a las 11am, salió un poco mas tarde de lo que debió haber salido. Y eso fue solo el comienzo, ya que nadie se imagino lo que vendría unas horas después.
Todo estuvo bien hasta la hora del almuerzo (hicimos una parada para comer un grifo Repsol que estaba de paso), en ese momento sería como las 2:30 pm. Habíamos recorrido demasiado desde que partimos del museo. Retomamos curso una hora después, ya que más de la mitad pidió un almuerzo, y no algo rápido como habían dicho. Ya en el bus todos estaban ansiosos por llegar, y eso que faltaba hora y media de recorrido. Todo era felicidad hasta que... sin más, ni menos, el bus se paro. Todo el mundo estaba alborotado hasta que repararon el bus (o por lo menos eso pensamos). No avanzamos ni medio kilómetro y el bus vuelve a pararse. Estuvimos así un buen rato, ya que de a ratos se apagaba. Si al principio la desesperación era por chongo, ahora era real. Todo el mundo se le abalanzaba al profesor, y de cierta manera, me daba pena, ya que, él no tenía nada que ver en eso. Estuvimos así horas y horas hasta que el bus no dio más y nos quedamos parados en medio de la nada. Era un problema estar atascados ahí, no había nada cerca... ni siquiera un baño. Ese fue el mayor de los problemas, el baño. Y nos habían comentado que la zona en la cual estábamos varados era una zona llena de rateros y fumones.
Pasamos un buen rato hasta que llego la policía. En cuanto llego hizo el procedimiento de rutina (pidió papeles y demás), pero se dio cuenta que no habían luces y tampoco las cintas de emergencia. Además, a simple vista, no te daba buena espina. El bus, que supuestamente debería ser uno de empresa, era viejo (parecido a una micro con un buen tiempo de uso). Y para esto el conductor ya había ido a Huacho a conseguir un repuesto para el filtro (que se supone que eso estaba malogrado). Una vez ya “reparado” el bus seguimos con el viaje. No duro mucho el repuesto, ya que, el bus se paro a un kilometro de donde estábamos. Para ese entonces ya eran 9:30 o 10 pm. Todos teníamos frio, estábamos cansados, aburridos, el profesor estaba a punto de volverse loco. Momentos antes de colapsar (cosa que jamás paso por suerte) llamo a la empresa en Lima para pedir que enviaran vans de Huacho a donde estábamos. Mientras eso sucedía nosotros estábamos hablando de lo que pudiera pasarle al profe, ya que una de las chicas se comunico con su padre y le dijo todo lo que había sucedido. Como padre no se quedo con los brazos cruzados y le mando un correo al coordinador de la facultad. Ese correo podría ser el fin para el profesor en la institución.
Paso media hora y llegaron las vans. Nosotros emocionados salimos, literalmente, como avalancha. Agarramos nuestras cosas y nos subimos a las van que nos llevarían a nuestro destino, Albufera.
Una vez llegado a Albufera, perteneciente al distrito de Veguéta, llegamos directo a cenar. Fue increíble como el hambre te hace comer lo que sea jajaja. En cuanto terminamos de cenar hicieron la separación de cuartos. Es increíble como en todo ese grupo solo había cinco chicos, de los cuales dormir con dos más. Después de que nos dieron el bungaló 8 (donde dijeron que penaban) nos terminamos de alistar para ir a hacer el pago a la tierra cosa que hubiera sido más divertido a las 8pm y no a la media noche. En cuanto terminamos el ritual todo el mundo se fue a descansar hasta la mañana siguiente.